Pasó justo por delante de él teniendo esa sensación extraña de haber estado ya en aquel lugar, como si supiera exactamente por donde solía pararse. Giró la cabeza y allí estaba, saliendo de un coche impoluto a pesar de estar aparcado en un camino de tierra.
Se paró justo donde creía que debía hacerlo para no interrumpir el paso a la gente que rondaba por la zona. Se bajó y se dirigió hacia una entrada que le resultaba familiar, una entrada que sentía que ya había atravesado en más de una ocasión, una entrada que llevaba a una vereda llena de piedras grandes enclaustradas en las paredes. Allí se sentó a esperarlo, pues sabía que iría a dar con ella. Él se acercó por detrás, y sin hablar, caminaron juntos hasta el final del sendero donde le tendió la mano y la invitó a acercarse y a acompañarlo en su balsa a dar un paseo. Ella no sabía como rechazar su invitación porque sentía que aún quedaba algo por zanjar, y a pesar de que había matado su curiosidad por él, sabía que tenía que ayudarlo.
Justo antes de partir, una llamada imprevista lo avisa de que tiene que esperar, retrasando su salida. En ese instante, una sensación la sacudió por completo. Extrañamente sabía que el aviso no era para él, sino para ella.
Mientras esperaban impacientemente, deseando que no hubiera pasado nada grave, se abrió la puerta por la que minutos antes entraron al embarcadero. Descendió por las escaleras la persona que él menos se esperaba, la persona que ella presentía que se aproximaba. Bajaba las escaleras firme, y parecía entero, pero su cara reflejaba una decepción profunda. Fue ahí cuando élla sintió que lo había perdido. Sin dejar que se explicara, empezó a atacarla a sabiendas que sus palabras le dolerían por el simple hecho de salir de su corazón.
Él lo frenó y le pidió que en su presencia no le faltara al respeto, que ella ya no lo quería, pues lo había rechazado. Ella lo miró sorprendida, pues nunca la había defendido de esa forma. Se puso en pié y lo paró insistiendo en que no hacía falta dar más explicaciones y que por supuesto, no era necesario pasar de ahí pues si él no quería ni tan siquiera escucharla, es que el momento había pasado. Es una pena, dijo él, te había elegido a ti.