Parados, hablando, respirando profundamente para no cometer un error.
Cuando abrí los ojos ya tus manos quemaban mi piel buscando mis pechos bajo el jersey. Tus labios me besaban en la distancia mientras esperabas que fuera yo quien se acercara a tu boca.
Tu aliento cortó el mío mientras tus ojos prendían en mí el fuego que quemó la miel de tus labios, convirtiéndola en caramelo y dejando un anhelo perpetuo para el resto de mis sentidos.
Al final…
Quedaron tus manos y mi cordura peleándose por ganar una batalla perdida antes de su comienzo. Tu deseo fue cumplido: te deseo.