Ella llegaba corriendo, con la chaqueta empapada en una mano, y el paraguas en la otra. Se sentó en la barra mientras esperaba que su mesa quedara libre. Como cada día, cenaba sola mientras organizaba sus rutinas del día siguiente.
Él la observaba día tras día, así que aprovechó la ocasión para invitarla a compartir una cena. El camarero le ofreció una silla en su mesa, pero ella la rechazó.
Cuando ambos terminaron de cenar, se levantaron. Fue ella la que se acercó a él y sonriéndole, lo invitó a desayunar.
Salieron juntos del restaurante…
¡Se besayunaron cada día desde aquella noche!