Tal fue mi sorpresa al llegar y no encontrarte, que al ver en la mesa, un pañuelo y una nota que decía: póntelo, solo pude sonreír.
Noté como te acercabas por la espalda, y, susurrándome al oído que si anulamos tan solo uno de nuestros sentidos, el resto se agudizan, llevaste esa hoja cerca mis labios, tras acariciar con ella mi cuello. Tomaste mi mano y me acercaste a la silla, dándome de comer con tus dedos, saboreando cada uno de mis bocados con solo mirarme…
…y comenzaron los juegos del hambre…
Surgen lo nervios por esperar lo inerperado en esos juegos en los que sobra la ropa, juegos en los que sobra el reloj y faltan las horas, juegos que saturan los sentidos y alimentan la imaginación.
¡Juegos que alimentan el alma!