A día de hoy me quedo con tu ausencia, que me llena la boca pero me enfría el alma.
Pienso y pienso, y no paro de pensar, del porqué de tus cortas visitas y tus largas esperas.
Recuerdo tus manos llenas de dar y vacías de recibir, recuerdo tu mirada dolorida y viva de recuerdos,
recuerdo tu paso tembloroso pero firme al marchar.
Aún no sé quien eres, de donde vienes, ni a donde vas.
Aún no sé por qué apareces, sacudes mi alma y luego dejas una estela repleta de huecos vacíos.
Aún no sé por qué, ni cuándo, ni cómo entraste y te acomodaste en mi vida, consiguiendo hacerla tuya. Labraste en mí, en mi vida, en mi alma, un profundo surco que se impregnó de ti, de tu esencia, y en el que apenas caben otros aromas, otros sentires, otros pesares.
¿Cuándo fue que te hiciste indispensable? ¿Cuándo fue que empecé a echarte de menos? ¿Cuándo fue que me quedé totalmente colgada, enganchada a ti?
¿Qué mas da saber que es imposible ver el cielo en tu mirada? Si lo importante es lo que sucede, que lo vivo y revivo, que lo lloro y lo gozo, que disfruto cada momento y cada ausencia.
¿El amor es así, o es un capricho? ¿Llega sin más? El amor no se busca, simplemente te encuentra. Siempre he creído que se es más rico por lo que se encuentra, que por lo que se busca.
No sé si fue eso lo que me pasó. Sé el día, la hora y el lugar. Ese momento aniquiló mi pasado y puso borrón a mis recuerdos. Un gran fuego terminó con ellos y con tinta comenzó a grabarse en mi lo que me une a ti. Años, días y horas que llenan mi memoria, miradas, risas y caricias que llenan mi alma y que a la vez me atrapan.
Ahora tú, te has convertido en lo poco que queda de mí. Mi esperanza. Mi ilusión.